¿Qué piensa el votante de De Narváez?
Se supone que una, después de varios años cuasi-encerrado en las aulas de augustas instituciones educativas, estudiando las elevadas artes de la ciencia política, no debería pasarle esto. Se supone que una debería, no compartir, pero sí por lo menos comprender (Verstehen, diría Husserl) los hechos políticos, según estos suceden.
Pero no. Yo puedo decir que, en este momento, llegué a los límites de mi capacidad de comprensión. Me siento frustrado por mi incapacidad de comprender.
Yo no comprendo que alguien que no esté clinicamente insano y bajo la influencia de drogas psicotrópicas pueda votar a De Narváez.
Dejemos de lado el voto kirchnerista.
Más aún, digamos esto: comprendo las razones de alguien que desea, a priori, votar en contra del gobierno. Comprendo que seis años de gobierno causan desgaste, que mucha gente no comparte ciertas políticas públicas de este gobierno porque imagina que le gustaría vivir en otro modelo de país (o en otro país, directamente), que hubo y hay errores no forzados en la gestión, y que existe además pluralidad ideológica. Comprendo que, además, esta es una elección legislativa e históricamente en ellas “la gente” se da más permiso para explorar opciones electorales por las cuáles no necesariamente optaría en una elección ejecutiva. Comprendo que, en nuestro país, con estructuras partidarias implotadas, los medios de comunicación masiva tienen una gran capacidad de instalar agenda y crear marcos instantáneos de referencia.
Comprendo todo eso.
Pero aún así, no comprendo que alguien vote a De Narváez.
Supongamos que un votante racional desea no votar al gobierno. Supongamos que, es más, desee votar en contra del gobierno para restarle legitimidad e iniciativa. Todo bien.
En ese caso, comprendo las razones de quien decide, por ejemplo, a Sabattella. Es joven, hizo buena gestión en Morón, no pertenece a ninguno de los dos partidos mayoritarios. El corrimiento a la derecha del ARI y la licuación del SI dejó vacante, además, un espacio progresista no peronista y radical, y ese espacio busca a tener su representación.
Comprendo al votante de Pino, comprendo qué le da Pino a su votante.
Comprendo tambíen al votante a la ACYS. Las identidades políticas son duras de matar, y hay un montón de gente que la única boleta que ha metido en su vida es la de la UCR. Hay pueblos en donde las únicas instituciones son la escuela, la comisaría, la estafeta postal, el bar, la posta de salud y el comité. (Y la básica, claro.) Hay gente que valora el discurso republicano, pedagógico, reformista y socialdemócrata; de la UCR y y la CC; y que lo valora mucho más cuando se vota para ocupar una banca y no para gobernar. Y comprendo que mucha de esa gente está además unida entre sí por un profundo, inamovible, identitario antiperonismo.
Ni hablar que comprendo las razones de quien vota a Binner, aunque yo votaría, si fuera santafesina, a Rossi. Sé que muchos rosarinos no socialistas lo votaron para gobernador luego de la buena gestión socialista en Rosario. Que muchos progresistas se ilusionan con el primer socialista con experiencia de gestión en una provincia grande.
Digo más: comprendo al votante de Pitrola o Altamira. Dios sabe que no comparto sus razones, pero lo comprendo: once años en Sociales de la UBA fueron una inmersión brutal en la forma de pensar (o no pensar) del trosquismo vernáculo.
Inclusive, comprendí las razones detrás del voto a Macri. El cansancio con casi una década de desgobierno ladriprogresista. El atractivo que tienen para mucha gente los winners. El agradecimiento del hincha de Boca. No me gustó que ganara, pero lo comprendí.
Pero acá llegué a mi límite, no se me ocurre ni una razón válida para votar a De Narváez.
Un tipo que no ha gestionado ni una cooperadora escolar, que luego de financiar la campaña de Menem en el 2003 se ha aliado lo peor de la derecha peronista y no peronista (incluyendo a Patti), que tiene un patrimonio desmesurado, inexplicable y depositado a nombre de testaferros en la isla Caimán, con por lo menos algún contacto con personas dedicadas al tráfico de drogas, que en sus años de diputado no presentó un sólo proyecto, que cagó mal a sus propios aliados mandando a decir a su apoderado que las listas que negociaron se perdieron en el camino al Juzgado, ¿por qué alguien lo votaría?
Alguien que no tiene, que yo sepa, ninguna posición tomada sobre ningún tema; que no tiene plan económico, ni se sabe cuáles son sus economistas de confianza, que no construyó discurso salvo decir “hagamos algo” y “tengo un plan”, que, además, ni siquiera tiene grandes dosis de carisma personal, ¿por qué votarlo?
¿Para hacerle daño a este gobierno? ¿No hay para el mismo fin otras maneras, otros partidos, otros dirigentes? ¿Es esta efectivamente la opción que, a futuro, desean fortalecer?
¿Quieren quienes lo votan ser gobernados por De Narváez? ¿Lo aprecian? ¿Lo admiran? ¿Se tomarían una cerveza con él, como dicen los norteamericanos? ¿Representa lo que ellos quieren?
Juro que no tengo ni idea.
miércoles, 24 de junio de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario